domingo, 13 de mayo de 2012


Walking around
Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos,
aterido, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.

 
Autor: Pablo Neruda
Poema: Walking around
Edición: Residencia en la tierra 1925-1935. Madrid, Cruz y Raya, 1935
 
 
   
 
   
Walking around de Pablo Neruda

sábado, 12 de mayo de 2012

París y los surrealistas aborda el surrealismo desde el interior del movimiento mismo. Con una mirada global, analiza los principales temas que preocuparon a sus artistas y subraya la vigencia y modernidad del movimiento.
La ciudad de París tiene un factor aglutinador: las más de 370 obras que integran la exposición fueron inspiradas, creadas, expuestas o coleccionadas en la capital francesa. Para los surrealistas París fue una ciudad amada como un ser humano, un bosque de prodigios, un privilegiado paraje del deseo.

SURREALISMO

Un recorrido iniciático
Una pléyade de artistas, escritores, directores de cine, activistas y revolucionarios se reunieron en París tras la I Guerra Mundial. Atraídos por la Ciudad de la Luz, capital del arte desde el siglo XIX , propugnaron una auténtica revolución, no sólo en el terreno de las imágenes, sino también en el de las ideas. La concentración de artistas que se dio en esa ciudad en torno al Surrealismo nos parece hoy inimaginable y, sin embargo, este fenómeno de encuentros apasionados, no exentos de grandes tensiones afectivas y políticas, dio frutos espectaculares entre 1919 y 1966. París se convirtió, en palabras de Guy Debord, en el «taller del futuro»; de hecho, numerosas obras surrealistas han resultado ser el germen de un sinfín de producciones artísticas posteriores.
En el año 2002, dos grandes exposiciones tuvieron lugar en Europa en torno al Surrealismo. «Surrealism. Desire Unbound», en la Tate Modern, exploraba el rol del amor y las complicidades afectivas en el desarrollo del movimiento; y «La Révolution surréaliste», en el Centro Georges Pompidou, mostraba la importancia del Surrealismo con una gran abundancia de obras maestras. Si la primera constituía un enfoque específico, la segunda destacaba por la cantidad y la calidad de las piezas presentadas. Posteriormente, los estudios sobre ese movimiento se han ampliado de forma considerable desde el ámbito universitario, al tiempo que se ha abierto un debate crítico tras la publicación del libro de Jean Clair «Du Surréalisme» (París, 2003), que pone en cuestión la radicalidad del movimiento.

El Surrealismo

Los cafés de París:
primeros escenarios de los escándalos surrealistas

Aunque los integrantes del grupo cambiasen a menudo y los ámbitos de interés de los surrealistas se extendiesen desde las cuestiones estrictamente artísticas o literarias hasta los problemas sociales, pasando por la toma de posición política, se mantuvo como constante del movimiento un sentimiento de unidad, como indicó en una entrevista tardía el propio Matta, integrado en el surrealismo en la década de 1930: «Nos reuníamos en el Flore; fuera de nosotros no había nadie, por tanto siempre estábamos los mismos. Entonces sabíamos que adoptábamos una postura precisa. No se trataba de exigir que cada uno se comportase de una determinada manera, concretamente como un tipo que se propone destruir la estructura de la inteligencia burguesa. No era eso. Intentábamos más bien crear otra manera de intelectualidad, una intelectualidad colectiva. Los surrealistas tenían un sentimiento de grupo muy fuerte; los problemas se abordaban conjuntamente. Esto era lo novedoso».
Al estudiar la historia del surrealismo se tiene la impresión de que determinados temas y cuestiones inquietaban efectivamente a toda la comunidad. Tanto si se trataba de la parricida Violette Noziére, en cuyo favor intervinieron los surrealistas, de cuestiones relacionadas con la sexualidad o del compromiso político, como del fenómeno del sueño, de la alucinación y de la asociación libre, las aportaciones, las ideas y las obras procedían de todas las áreas artísticas.
Para los implicados, el surrealismo constituía una forma de vida, una especie de existencia que admitía lo lúdico y lo creativo, que se entregaba a la intensidad del momento, que en su espontaneidad contraponía la libertad interior y la desvinculación material a los valores burgueses. El lugar de reunión preferido de los surrealistas era el café.
El experimento de la individualidad colectiva encontró su espacio en una de las instituciones típicas de la gran ciudad, característica de la vida dinámica de la metrópoli parisiense, anónima y ruidosa, un lugar accesible a todos en cualquier momento.
Los surrealistas se reunían en el Certa, en el Grillon del Passage de l'Opéra o en el Cyrano de la Place Blanche, muy cerca de donde vivía Breton. Este lugar nada tenía que ver con los cafés de artistas de Montmartre y de la orilla izquierda del Sena, que enseguida traen a la mente a Toulouse-Lautrec o el período azul de Picasso. El Cyrano era más bien frecuentado por rufianes, prostitutas, agentes de cambio y narcotraficantes que, como los mismos surrealistas, habían presenciado en la otra acera una representación del Grand Guignol. El Cyrano atraía a los surrealistas por su condición de ámbito social marginal, de espacio en el que se encontraban rodeados de personajes marginados y de excéntricos.
El café de la Closerie des Lilas del Boulevard Montparnasse fue también escenario de uno de los primeros escándalos provocados por los surrealistas, el banquete literario organizado por Mercure de France el 2 de julio de 1925 en honor del poeta Saint-Pol-Roux. Se volcaron mesas, se pisoteó la vajilla, los surrealistas voceaban consignas revolucionarias, se repartieron golpes, se rompieron cristales; hubo varias detenciones.
Al día siguiente de aquellos incidentes el comité de la Societé des Gens de Lettres censuró el «escandaloso comportamiento de los surrealistas», el comité de la Association des Écrivains Combattants los condenó al «desprecio del público» y los críticos se comprometieron a no escribir su nombre y a no consignar las denominaciones de los grupos acabadas en -ismo. El incidente mismo es característico de la actitud anarquista y antiburguesa de los surrealistas. Sus acciones representaban una ofensa a lo universalmente reconocido y venerado y constituían un ataque al orden burgués establecido.

El Café Certa  

El Café Certa en la actualidad


sábado, 5 de mayo de 2012